18 de diciembre de 2010

Sólo queda esperar

Espero.

Intento no naufragar 
entre los desconchones 
de estas cuatro paredes movedizas.

Doy bandazos de uno a otro extremo, 
sin perder de vista ni un instante 
la puerta acristalada del fondo.

El pasillo se estrecha y se estira cada vez más,
se convierte en un túnel hambriento,
empeñado en saldar la deuda del miedo 
con todo aquel que se deje tragar.

Aunque no estoy solo, 
me cuesta escuchar a los que me rodean: 
el zumbido punzante de un augurio que creía expurgado 
lo cubre todo.

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