6 de noviembre de 2012

Incursión

Agitaba con tal tesón la bandera negra de su desolación, que no tardó en borrar del cielo las señales de humo que provenían del otro lado de la trinchera.

No eran señales especialmente esperanzadoras, ni siquiera eran mínimamente alentadoras... pero eran, tal vez, el último y frágil hilo que aún le unía a la realidad.

Una vez se aseguró de que el azul celeste estaba de nuevo impoluto, se abrazó al viejo mástil y replegó filas con la única compañía de las polillas que, desde hacía tiempo, devoraban pacientemente la enseña.