9 de enero de 2015

Ayer, hoy, mañana...

Apareciste, sin previo aviso, revoloteando tras una esquina desconchada del destino.

Llegaste como llegan todas las grandes cosas: De repente, un día cualquiera, huyendo del aguacero.

Miraste al rededor, dentro, fuera, arriba y abajo. Hiciste un croquis aproximado del delirio, haciendo caso omiso a las trampas que la noche cerrada y la brutal tormenta tendían bajo tus pies desnudos.

Decidiste quedarte en este rincón falsario y atípico del mundo, como quien decide que las hojas del roble son verdes y el limón, amarillo. Sin fisuras. Firme. Sin dudas ni miedos que enturbiaran tus ojos o tu frente.

Un dia de estos, cuando ya no le importe a nadie, tal vez te plantees hacer un breve compendio de segundos gastados y minutos regalados al vacío... Pero ahora, en este momento preciso, sigues mirando a las nubes desde tu ventana, como si supieras adivinar lo que te va a regalar el tiempo.

Pequeña sonata de invierno

Palabras... Huellas... Miradas... Calor... Sombras... Deseo... Sueños.

Ausencias... Risas... Silencios... Lamentos... Tinta... Lágrimas... Sosiego.

Fantasmas... Frío... Humo... Susurros ... Piel... Canciones... Gestos.

Y todas esas cosas.

Y todos esos recuerdos robados al tiempo.