15 de enero de 2013

Regresos



Siete por uno es siete
siete por dos, catorce
siete por tres, veintiuno,
siete por cuatro, veintiocho…

El soniquete, coreado por una veintena de gargantas infantiles ateridas de frío y ávidas de merendarse la vida, resuena por los pasillos de mi memoria, mientras recorro los vetustos corredores de lo que un día fue la escuela, y hoy es apenas un frío esqueleto de maderas carcomidas y piedras a medio caer.

Sorteo un último montón de escombros y el sol de invierno me invita a cerrar por un instante los ojos.

…siete por cinco, treinta y cinco…

Al abrirlos, distingo a lo lejos al tío Luisón sobre su oxidada bicicleta, con los bajos del pantalón anudados, haciendo sonar el timbre del manillar tres veces, sólo tres, como cada mañana, al pasar por la plaza.

La señora Sebastiana asoma, sudorosa, a su puerta, y se limpia los restos de harina de las manos en el mandil, tras una larga noche entre hornos, masas y rodillos.

…siete por seis, cuarenta y dos…

En la lejanía, se intuyen los ecos de los gritos de los arrieros, que regresan ya del campo, a lomos de unas mulas más curtidas aún que ellos…¡¡Quia, quia!!…

A través de la ventana del casino, escucho los secos golpes de las fichas de dominó sobre las mesas de formica y huelo el humo espeso y picante de los celtas cortos.

…siete por siete, cuarenta y nueve…

La fuente de piedra escupe a borbotones una mezcla blancuzca de agua y cal y da de beber a un sinnúmero de críos, que corretean, obviando, un ratito más, las llamadas de sus madres.

…siete por ocho, cincuenta y seis…

Por la Calle Mayor, bajan las carrozas engalanadas, escoltadas por un amasijo chillón de enmascarados, que asustan a los niños y ruborizan a las solteronas con sus procacidades encubiertas.

…siete por nueve, sesenta y tres…

De un momento a otro, la bruma del olvido se enseñoreará  para siempre en este amasijo de ruinas… Por eso intento no pestañear y permanezco inmóvil en una esquina, abrazado a mí mismo y a todo lo que el tiempo, implacable, fue desdibujando a empellones, saltando por la rayuela imperturbable del calendario, mientras yo acumulaba adioses, kilómetros y pasos perdidos.

… siete por diez, setenta.