Con sed atrasada y la mochila vacía, reemprende su caminar arrítmico y cansino.
Aunque percibe que el horizonte se aleja a cada paso, sigue zigzagueando a lo largo de la senda prefijada la noche anterior.
Como los estímulos provinientes del mundo exterior se desdibujan por minutos, poco a poco se va refugiando en su prolijo universo interior. Y lo hace convencido de que ya pronto logrará su objetivo, ya pronto se librará del último lastre... ya pronto comenzará realmente a flotar.