Un cúmulo de quiebros del azar hizo que diera con sus huesos en la calle justo el mismo día en que los medios de comunicación anunciaban a bombo y platillo el ansiado final de la crisis.
Se convirtió, así, sin comerlo ni beberlo, en un vestigio viviente del pasado reciente, y como tal fue tratado: le colmaron de agasajos en eventos y homenajes que se multiplicaban por todo lo largo y ancho de la geografía, pasando a ocupar en pocos días, un lugar preponderante en el imaginario colectivo... lugar que no abandonó hasta que estalló la siguiente crisis.