5 de marzo de 2012

Adioses

Las paredes vacías enmarcan la pequeña estancia y la visten de colores ajados y pálidos.

Da vueltas y vueltas, sin poder escapar de la mirada inquisidora que rebosa los límites de esa fotografía que aferra contra el pecho.

El monocorde tintineo de las gotas sobre los cristales marca el ritmo de la tarde, como si de un estertor agónico y premonitorio se tratase.

Mientras aguarda a que el delirio le aseste un definitivo golpe certero, apenas acierta a deletrear, por última vez, aquel nombre teñido ya de sepia.