16 de diciembre de 2010

Escritorio vacío

Los dedos se deslizan por el teclado a un ritmo monocorde y cansino.

Parece que las palabras se empeñan en permanecer escondidas en su húmedo rincón un día más.

El brillo que normalmente me deslumbra no aparece, por más que busco y rebusco.

Se acaba el espacio y no soy capaz de encadenar dos frases mínimamente coherentes.

Doy palos de ciego y me mareo de tanto girar en torno a mi mismo.

El tiempo pasa, pesa, se diluye... Empiezo a intuir que tampoco hoy voy a poder escribirte.

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