18 de diciembre de 2010

Otoñal

Refugiado en mi oscuro escondrijo, 
intento retrasar el momento 
de enfrentarme a una nueva tormenta.

Para no ser tragado por el tiempo detenido, 
me recreo en el cielo de plomo y el suelo movedizo.

Sobre un fondo gris, 
deformadas por las gotas 
que se deslizan azarosas por la vidriera, 
adivino mil sombras que interpretan una danza ceremonial 
entre hojas muertas y aceras humedecidas.

Sin saber por qué, 
esbozo una leve sonrisa y, 
en la soledad del cuarto vacío, 
tarareo una antigua melodía.

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