La sala gris devora el tiempo y lo devuelve espeso, pesaroso, tanto que le cuesta trabajo doblar las esquinas del reloj.
Miro a uno y otro lado, aturdido por la larga espera y veo miradas inertes, sillas vacías, sombras dispersas silenciosamente atadas a la esperanza y a la puerta azul del fondo del pasillo.
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