16 de diciembre de 2010

Música, maestro

En mitad de uno de esos silencios que tanto frecuentamos ultimamente, empiezas a canturrear y a silbar.

Inconscientemente vas acompasando poco a poco tus movimientos con el ritmo que nace de tu boca.

Instantes después, saltas alborozada sobre la mesa, e interpretas una danza perfectamente coreografiada, mientras una orquesta invisible reproduce la melodía que esbozabas.

Te miro atónito y , tras el estupor inicial, caigo en la cuenta de que vivimos dentro de un musical.

Intento seguirte, intento no desentonar... pero se nota demasiado que aún no he aprendido a bailar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario