Las esferas luminosas daban vueltas y vueltas.
La acera se cimbreaba, mientras para no llamar mucho la atención, ponía todo mi empeño en dar algún paso más o menos coherente.
Todo lo que me rodeaba fue poco a poco tragado por una sombra inquieta y hambrienta.
Juré a gritos que no volvería jamás a apagar mi sed con besos de garrafón.
Y no recuerdo más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario