16 de diciembre de 2010

Albedrío

Él era un hombre vulgar, de esos que pasan desapercibidos hasta en el desierto.
Ella era una princesa encantada, una dama de cuento gastado.
El destino ya había decido que no se cruzarían sus caminos.
Por eso, cuando se despertaron con el pelo revuelto, disimularon y fingieron no conocerse.

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