Reanudé mi camino una fría noche de invierno.
Dejé atrás un par de miradas, mil desencuentros, algún gesto adusto y dos o tres recuerdos podridos por el tiempo.
Deambulé por callejones humedecidos por la niebla, recuperé la antigua amistad que me unía a las estrellas y dormí al raso.
Al día siguiente volví, pero ya no estabas.
Tú también te habías ido.
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