2 de febrero de 2015

Lid

Se puso las gafas de mirar hacia dentro y empuñó el lápiz con que en otras ocasiones había logrado apresar los sueños entre finos e irregulares trazos (sangre derramada de grafito afilado).

Vistiendo sus mejores galas, dibujando en su rostro una sonrisa congelada y con la vista fija en el folio blanco, el viejo relator de batallas perdidas, afrontó su cita con el destino como mejor supo, sentado, impertérrito, dominando el sudor frío, engañando al temblor, navegando entre brumas ficticias, tempestades de atrezzo y mareas inventadas.

Centenares de papeles se amontonan, en aparente desorden, sobre su escritorio, frente al cual, una vieja silla vacía es ya el único testigo que queda de su cruenta y eterna lucha contra la soledad.

1 comentario:

  1. Impecable descripción que me estremeció y en momentos me reconocí

    Besos

    tRamos

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