29 de abril de 2013

Entreacto

Al cruzar la esquina de siempre, percibió que algo era diferente.

Al contar los pasos de una a otra acera, como cada día, observó que algo había cambiado.

Miró al cielo y, casi sin creerlo, adivinó entre el férreo entramado de nubes grises, un par de retazos azules.

Miró al suelo y vio que ya casi no había charcos, y que prácticamente se podía caminar en línea recta sin temor a acabar embarrado.

Extrañado, confuso, casi aturdido por el cambio repentino de escenario, no pudo evitar que su cara dibujara un rictus, hasta entonces desconocido y que su boca esbozara, sin previo aviso, una leve sonrisa.

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