2 de febrero de 2012

Electromagnetismo

Una noche más, nos dejamos arrastrar por un hilo doble de susurros ahogados y una corriente alterna de caricias y miradas encendidas.

Una descarga eléctrica casi palpable nos atraviesa, haciendo que nuestros cuerpos se retuerzan  espasmódicamente en mitad de la falsa oscuridad del cuarto vacío.

Poco después, un fogonazo blanco cruza el espacio mínimo que nos separa, y mientras nuestras pieles dejan de temblar, las sábanas van recuperando, a duras penas, su compostura estática.

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