26 de octubre de 2011

Sumarísimo

Fue juzgado y condenado, sin previo aviso, y sin derecho a réplica. Le expulsaron de aquel paraíso imperfecto en que últimamente había habitado. Tras escuchar la sentencia (inapelable, como casi todas las sentencias), simplemente pidió unos segundos para habituar sus ojos al cambio de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario