13 de marzo de 2012

Geografías

Me asomo, casi sin querer, a la estrecha rendija que separa la noche del día.

Recorro, con los ojos apenas abiertos, los recovecos de tu anatomía dormida y sucumbo al deseo de rozar el firmamento de tu piel con la punta de los dedos.

Y me anclo a tu aliento como quien se amarra a una tabla maltrecha en mitad de un oceano eterno.

Cuando el despertador me obliga a cruzar la frontera del sueño, aún percibo tu calor fundiendo los confines de mi cuerpo mientras abrazo tus formas en el vacío.

2 comentarios:

  1. Ese momento de duermevela, tan a caballo entre un atlas de mapas y un atlas de anatomía, entre el paisaje onírico y el real, lo dibujas con un pincel de marta.

    Un pintor de sensaciones con enorme pericia.
    Me ha encantado tu prosa, para no variar.
    Un abrazo

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  2. Y a mi me ha encantado que te encante, pues no las tenía todas conmigo, en este caso.

    No estaba seguro de haber logrado transmitir esa incertidumbre que acompaña a ese momento exacto en que uno no distingue bien los límites de lo onírico y lo real.

    Muchas gracias por seguir leyendo.

    Abrazos de vielta.

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