Recorro, de nuevo, los lugares y las calles que recorrimos aquel día de invierno. Mientras maldigo al azar que me ha arrastrado a calcar aquellos pasos, mantengo la vista clavada en el suelo, para evitar que la luz del atardecer me susurre que ya nunca volveré a ser el mismo.
Muy bello, Cronopio. Tal vez el azar, o tal vez el instinto o la costumbre; quién sabe qué nos arrastra a pisar sobre nuestras huellas.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Qué bien metiste una gran nostalgia en un texto breve!. Un abrazo
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