Enciendes la radio.
Los ecos de voces extrañas retumban en el cuarto.
Es un zumbido informe y monótono que no engaña al silencio.
No ves nada.
Otra vez esa maldita niebla húmeda lo cubre todo.
Te tumbas y en el mismo instante en que te vence el sueño, suenan las primeras notas de aquella canción.
Invocado por la melodía, surjo de la nada y me acurruco a tu lado.
Sólo soy un recuerdo, una leve sombra del pasado... pero, esta noche, algo me dice que voy a ser un poco menos etéreo que de costumbre.
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