La noche está raptando mis sentidos lentamente.
Primero el tacto,
viejo compañero.
Luego el gusto,
el bueno y el malo.
El olfato,
siempre tan atento,
se ha disipado sin dejar huella.
He aprendido a vivir sin escuchar.
Sólo me queda la vista...
hasta que algún desalmado apague la luz.
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