Desafíar a los espectros del invierno eterno suele acarrear consecuencias. A veces, sombrías. Otras, simplemente, lúgrubes, cuando no funestas.
Cuento con ello.
Pelear con el destino, habitualmente, desemboca en una sucesión de minutos vacíos, horas huecas y relojes de arena varados en la orilla del tiempo.
Lo asumo. Lo acepto.
Coquetear con la idea de engañar al miedo no es buen comienzo, ni siquiera las noches en que se empapan de insomnio las sienes y el pecho.
De acuerdo. Eso es también cierto.
Pero tenía que probar... me apetecía embriagarme con el sabor pastoso del riesgo.
Ganar la partida no entraba en mis planes... no creo en rachas, no creo en el azar, por no creer, no creo ni en los premios.
Por eso me cuesta tanto dominar ese aire de triunfador que me ha invadido, de repente, el centro mismo del cuerpo.
11 de julio de 2014
8 de julio de 2014
Naturaleza muerta (bodegón con nubes al fondo)
Luciérnagas ciegas.
Cigarras mudas.
Bosque sin bosque.
Luna que no recuerda que es la Luna.
Fragor apagado de batallas lejanas,
bombas sin carga nociva,
obuses que no estallan,
estelas doradas de cohetes mojados.
Miradas huecas, gritos muertos,
el presente, imitando al pasado,
el futuro, huérfano de presente,
y las agujas del reloj... girando a trasmano.
Fortuna sin suerte,
desgracia sin pena,
lágrimas congeladas en el aire.
Cuerpos inertes y almas sin cuerpo...
hierba reseca y surcos torcidos,
campos ya yermos.
Terrores pequeños, miedos infames,
horrores cotidianos pero volátiles.
Cigarras mudas.
Luciérnagas ciegas.
Fin
... y principio.
7 de julio de 2014
Filia
Colecciono "síes", "noes", "talveces" y "quizás".
Tras buscar durante muchos años en qué emplear mis tiempos muertos, llenándolos de algo que me ayudara a engañar al tedio, llegué a la conclusión de que no iba a poder simular que me apasionaban los sellos o los pájaros, las miniaturas o los peces.
Inicié la colección con todos los "noes" que fui recopilando, los cuales pronto abarrotaron los anaqueles polvorientos de mi memoria.
Pero poco a poco, como quien no quiere la cosa, fui abriendo la puerta a algúnos "síes" sin dueño, adoptándolos como propios, rescatándolos del olvido, criándolos con paciencia y dedicación, y disfrutando al observar cómo, no sin esfuerzo, crecían e incluso intentaban reproducirse torpemente.
Incorporé a los "talveces" un poco más tarde (como complemento perfecto a los tercos y empalagosos "noes" y los bondadosos y atentos "síes"), con su dosis justa de dubitativa aquiescencia.
Ultimamente también admito "quizás" huérfanos y perdidos, que encuentro bebiendo en los charcos o saltando a la pata coja sobre el barro y la nieve. Son la compañía perfecta para los frágiles "talveces". Me estoy planteando, incluso, dejar que se crucen y dar pie, así, al nacimiento de una nueva raza, repleta de posibilidades.
Creerán ustedes que estoy un poco loco, admito que no es un hobby muy habitual. Pero no imaginan el placer que me proporciona ver las luchas fingidamente fratricidas entre "noes" y "sies", sus eternos debates vacíos de argumentos y llenos de tozudez. Por no hablar del hermanamiento dulzón y sincero que se produce espontánamente entre "talveces" y "quizás", ¡qué abrazos se dan, sin apenas conocerse!.
Se me ocurre un único pero. Es cierto que la colección es fatigósamente infinita... Nacen potenciales nuevos habitantes de mis estanterías a todas horas, en cualquier esquina, casi al azar, y a veces es muy complicado poner algún orden en tamaño maremagnum de opciones y dudas, de certidumbres y miedos. Y lo que nació como una forma de regatear al aburrimiento, está empezando a colonizar, en exceso, el tiempo que antes dedicaba a fingir que vivía.
Tras buscar durante muchos años en qué emplear mis tiempos muertos, llenándolos de algo que me ayudara a engañar al tedio, llegué a la conclusión de que no iba a poder simular que me apasionaban los sellos o los pájaros, las miniaturas o los peces.
Inicié la colección con todos los "noes" que fui recopilando, los cuales pronto abarrotaron los anaqueles polvorientos de mi memoria.
Pero poco a poco, como quien no quiere la cosa, fui abriendo la puerta a algúnos "síes" sin dueño, adoptándolos como propios, rescatándolos del olvido, criándolos con paciencia y dedicación, y disfrutando al observar cómo, no sin esfuerzo, crecían e incluso intentaban reproducirse torpemente.
Incorporé a los "talveces" un poco más tarde (como complemento perfecto a los tercos y empalagosos "noes" y los bondadosos y atentos "síes"), con su dosis justa de dubitativa aquiescencia.
Ultimamente también admito "quizás" huérfanos y perdidos, que encuentro bebiendo en los charcos o saltando a la pata coja sobre el barro y la nieve. Son la compañía perfecta para los frágiles "talveces". Me estoy planteando, incluso, dejar que se crucen y dar pie, así, al nacimiento de una nueva raza, repleta de posibilidades.
Creerán ustedes que estoy un poco loco, admito que no es un hobby muy habitual. Pero no imaginan el placer que me proporciona ver las luchas fingidamente fratricidas entre "noes" y "sies", sus eternos debates vacíos de argumentos y llenos de tozudez. Por no hablar del hermanamiento dulzón y sincero que se produce espontánamente entre "talveces" y "quizás", ¡qué abrazos se dan, sin apenas conocerse!.
Se me ocurre un único pero. Es cierto que la colección es fatigósamente infinita... Nacen potenciales nuevos habitantes de mis estanterías a todas horas, en cualquier esquina, casi al azar, y a veces es muy complicado poner algún orden en tamaño maremagnum de opciones y dudas, de certidumbres y miedos. Y lo que nació como una forma de regatear al aburrimiento, está empezando a colonizar, en exceso, el tiempo que antes dedicaba a fingir que vivía.
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