3 de julio de 2011

Descripción apresurada de paisaje tras la batalla

Luna nueva, salitre en los labios (mirada perdida, regusto extraño).

Calmachicha ambigua (temores confusos mezclados con verdades a gritos y silencios pactados).

Sabor a óxido, sentidos embotados (reflejos entrecortados de una realidad escondida entre los pliegues de los sueños).

Tic, tac, tac, tic (latidos aún desacompasados de dos corazones que pelean por aunar sus voces).

Fragancia desnuda (acariciando el rostro, surcando la frente).

Guerra nocturna incruenta (tatuada a fuego en las sábanas).

Heridas

Escritas a fuego en sus frentes hay batallas perdidas, batallas ganadas, y, sobre todo, batallas en tablas.

Los golpes al aire surcan el vacío que les separa como mudo resumen de los últimos partes de guerra.

El reparto casi equitativo de bajas y pérdidas a ambos lados de la trinchera en que (desde hace unos meses) se ha convertido la cama, es un lastre pesado y espeso, pero siguen luchando, noche tras noche, por recuperar el territorio cedido a la rutina y al hastío.

Fin y principio

Batallas gastadas y extemporáneas. Refriegas insulsas y manidas. Disputas en las que ya no merece la pena ni poner el alma, como antaño, pues están perdidas de antemano. Algarada de gritos huecos. Ruido sin eco. Golpes en la mesa sin sentido.

Consecuencias y causas del terco vacío.