Todo ha sucedido de un modo rápido y aséptico.
En un instante se ha esfumado la bruma, el árbol ha surgido de la nada y la noche lo ha cubierto todo con su manto helado.
Tumbado en el arcén, miro con curiosidad el coche destrozado y no puedo apartar de mi rostro una extraña mueca petrificada.
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