Nunca destacó entre la multitud, vivía parapetado en un anonimato que se amoldaba a su rutina, siempre se movió bien entre tonos grises.
Hasta que un día, harto de remar a favor de corriente, dio un golpe en la mesa y le hizo un corte de mangas a la mediocridad.
Le llamaron loco y le arrastraron por el lodo.
Nadie le tendió la mano para ayudarle a salir de los charcos.
Con la cabeza agachada y el orgullo entre los dientes, regresó a la línea recta, pero no le resultó nada fácil volver a caminar
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