Mira a su alrededor, y, aunque intenta disimular, un aire de derrota va nublando sus ojos.
Lleva ya más de una hora esperando junto a la puerta del café de siempre.
Los minutos pesan cada vez más, los segundos van aporreando su paciencia con cadencia implacable, pero resiste, aunque tiembla de frío e incertidumbre.
Cuando está a punto de desistir, suena el móvil.
Es un mensaje, nada más que seis palabras: "Perdona, me he olvidado de ti".
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