Puede que la causa de aquéllo fuese un cúmulo de casualidades, o que, en un último esfuerzo por mantener un equilibrio figurado, buscase escudarse en las casualidades para no tener que embarcarse en una inocua búsqueda de causas y porqués, o puede, simplemente, que causara todo conscientemente con la esperanza de poder, en un momento dado, culpar a la casualidad.
La verdad es que al final dio igual: no hubo consecuencias.
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