En este cruce absurdo de destinos
no hay lugar para perdones
ni vaivenes de culpa.
Las palabras parecen más huecas que nunca,
las miradas y los gestos no tienen ya significado,
somos dos cuerpos vacíos,
estáticos,
inertes,
henchidos de desamparo.
Y entre nosotros,
sólo soledad.
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