Regresó del exilio autoimpuesto con hambre de recuerdos atrasada.
No tardó en recuperar memorias y lugares comunes, recopilando pedacitos de pasados mejores, reconstruyendo su vida a trompicones.
Le costó, pero tras manosear con paciencia las piezas del terco rompecabezas, logró emparentar con el presente a través de atajos deshilachados, a través de senderos polvorientos que el tiempo había dejado casi inservibles.
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