En mitad de uno de esos silencios que tanto frecuentamos ultimamente, empiezas a canturrear y a silbar.
Inconscientemente vas acompasando poco a poco tus movimientos con el ritmo que nace de tu boca.
Instantes después, saltas alborozada sobre la mesa, e interpretas una danza perfectamente coreografiada, mientras una orquesta invisible reproduce la melodía que esbozabas.
Te miro atónito y , tras el estupor inicial, caigo en la cuenta de que vivimos dentro de un musical.
Intento seguirte, intento no desentonar... pero se nota demasiado que aún no he aprendido a bailar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario