Aquel día de invierno empezó el largo destierro.
Impusiste tu ley mundana y me expulsaste con un gesto de nuestro rincón escondido.
Tu explicación: no fui capaz de poner los pies en el suelo.
Mi verdad: no supe resistirme a la tentación de intentar arrastrarte conmigo a emprender cada día un nuevo vuelo.
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