El ultimo cliente que cruzó la puerta del despacho me encargó que investigara a una rubia platino de largas piernas, mirada lánguida y caderas sinuosas.
No tardé demasiado en descubrir que la rubia platino de largas piernas, mirada lánguida y caderas sinuosas sufría alopecia, era bizca, tenía protesis en ambas caderas y usaba alzas.
Este oficio no es lo que era, y al fin y al cabo, yo tampoco me llamo Marlowe.
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