Nació por azar.
Creció embobado por nubes tan dulces como frugales.
Anduvo a trompicones, unos días hacia la pasión, otros hacia la incertidumbre, pero siempre salpicado por ese extraño fulgor.
Y aprendió por sí mismo a aceptar las bromas de mal gusto que le gastaba el olvido.
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