El calor invita a placeres de paso, tan intensos como momentáneos.
Por eso, los días en que las aceras arden y mis pasos se derriten en el asfalto, añoro tus noches de invierno...y esa costumbre tan tuya de (tomando un puñado de nieve en una mano y el reloj en la otra) congelar, indefinidamente, el tiempo.
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