Durante años, acumulé lecciones, temas y fórmulas en los rincones más oscuros de la memoria.
Sin tomarme muy en serio, al menos fingí tomar en serio libros, apuntes y teorías.
Cuando me liberé de horarios asfixiantes, obligaciones lectivas y exhaustivos controles, pude dedicarme, por fin, a aprender un poco.
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