El sortilegio
de sus labios entreabiertos y sus ojos fugaces
me enreda una noche más
en un reflejo entrecortado de un sueño
tan carnal como improbable.
Me dejo llevar,
me envuelvo en la impostura,
sin pararme a pensar siquiera
que cuando llegue el día
no me quedará más remedio que despertar.
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