El terco vacío empapó,
con su absurdo sudor destilado,
todos los recovecos de nuestro pasado
a medio construir
La oscuridad,
obsesiva y hambrienta,
fue cubriendo en silencio
las pocas rendijas que quedaban,
y se extendió sin esfuerzo
en el espacio que se extendía
entre nuestros cuerpos dormidos.
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