Antes o después tenía que pasar,
era inevitable adentrarse en otro charco insalvable.
No es sencillo administrar el delirio.
No resulta fácil perseguir cada noche estelas imaginarias.
Es casi imposible a
bandonar la insana afición
a pintar las paredes con ensueños
cuando no se admite a la sensatez
como compañera de piso.
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