En ocasiones me deleito abrazándo a la realidad ficticia que me espera agazapada entre párrafos y tinta, para no tener que arrimarme muy de golpe a la insana tristeza que se asoma tras las esquinas de la rutina.
Y mientras me dejo llevar, escribo en mi mente sílabas desordenadas, letras sueltas, y aquellos puntos y a parte que debieron ser puntos y seguido.
Siento que navego por un folio a medio escribir, y adivino que los tachones no enmascaran la verdad sangrante que intenté escribir sin pensar en ti, sin pensar en nadie.
Siento que navego por un folio a medio escribir, y adivino que los tachones no enmascaran la verdad sangrante que intenté escribir sin pensar en ti, sin pensar en nadie.
Y aunque el miedo se empeñe en empapar los espacios en blanco, aunque la garganta y los dedos tiemblen empastados por las prisas, aunque las dudas habiten entre palabras huecas, sigo atado a la hoja en blanco, esperando respuestas que no he sido capaz de encontrar al otro lado del cristal velado.
Para huir de la tristeza todo vale, tambien para derrotarla.
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