La savia destilada fluyó a través de una casi imperceptible hendidura y comenzó a impregnarlo todo con su dulceamarga e imperecedera caricia. Cuando el fino reguero besó el suelo, se selló un inquebrantable pacto secreto, que pasó desapercibido hasta para los ojos más expertos.
De ese fluído imperceptible se alimentan las horas por donde transcurrimos: claroscuros, agridulces,
ResponderEliminartragicómicos jugos de la vida. Eres grande, Cronopio.
Bueno, grande, grande...se hace lo que se puede, jejeje. En este texto quería, como bien dices, retratar, a grandes rasgos, esas aparentes contradicciones que, al fin y al cabo, son la salsa de los días...Gracias, Isabel.
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