Dejas de mirarme mientras te debates entre tus dudas pegajosas y mis deudas con el olvido.
Se va desvaneciendo el débil nudo que nos ataba a una rutina hecha a nuestra justa medida, tejida con jirones de felicidad.
Y asisto, sin poder moverme ni articular palabra, al derrumbe del muro que nos aislaba del ruido y el frío.
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