Se empeñaba en poner puertas a la imaginación, en atraer a su terreno roturado y reseco los sentimientos más volátiles y puros, trocándolos por sentencias lisas, sin hendiduras ni dobleces.
Dedicó tanto tiempo a desenmarañar madejas etéreas tejidas con mimo por otros, que olvidó aliñar su vida con alguna idea propia. Y se diluyó.
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