Juntaba letras poliédricas; mezclaba sueños, insomnios, quereres y
desquereres; amalgamaba pasos y traspieses... llenaba infinitos folios
con frases extraídas del pecho y párrafos inflamados y casi sanguíneos.
Ganaba minutos y metros al delirio y a sus sombras inventando universos de tinta y paraísos de papel.
Pero nunca nadie leyó ni una sola palabra salida de sus dedos.
Nunca mostró a nadie el fruto de su eterna y cruenta pelea contra el vacío.
Y hoy que es el vacío el que se esparce sobre lo que un día fue su
territorio, su mundo, su casa... acarrea, mientras anda sin rumbo fijo, un petate
repleto de cuartillas en blanco.
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