Sabía que el vacío es pegajoso.
Sabía que no siempre es posible huir de las garras de las sombras.
Sabía que, antes o después, iba a ser devorado por algún agujero... nuevo o añejo.
Pero también sabía que, a veces, cuando todo parece perdido, sin previo aviso, el cielo se abre... ligeramente.
Los agujeros negros son implacables. No admiten escapatoria. Aún así, la esperanza es lo último que se pierde (eso he oído). Un saludo.
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