Una vez librada la penúltima batalla contra el miedo a perder, se lanzó al vacío, como solía hacer cada día. Descendiendo hacia su infierno particular, trazando imposibles arabescos en el aire, trataba de adivinar si aquella mañana, al fin, se daría de bruces contra el suelo.
Intentarlo siempre. A veces es preferible llegar al fondo de las cosas, para volver a empezar. Romperse para reconstruirse. Cambiar implica luchar contra el miedo que siempre lo acompaña. Me gustó Cronopio, un abrazo.
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