Como todos los días, se dispuso a esperar, armado con dosis infinitas de paciencia y un abrigo cómodo para evitar que el alma se helara de frío.
Como cada día, se apostó en la esquina de siempre, con la mirada perdida y ese temblor inconsistente que le recordaba que seguía despierto, a pesar de todo, a pesar de nada.
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