Existí
en la medida en que existieron tus abrazos.
Expiré
cuando expiraron tus ganas de seguir abrazando el humo.
Mi última voluta se arremolinó en tu pelo revuelto
en un postrero esfuerzo por mantenerse flotando al azar,
pero fue devorada,
como todas las demás,
por la boca insaciable del tiempo.
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