Puertas que se cierran al final del corredor,
ecos sordos de pasos dormidos,
suelo movedizo,
paredes que rezuman recuerdos ambiguos...
Una sinfonía de sombras chinescas disfrazadas de olvido,
un cansino tic tac retumbando a lo lejos,
espejos descascarillados que reflejan una realidad hecha añicos,
truenos, viento, tempestad...
Y justo cuando parece que el final acecha,
la espiral del destino cambia inesperadamente su sentido de giro
y dibuja en mi frente cansada
un mapa preciso del laberinto.
Siempre hay una salida. Hermoso poema.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por tu generosa lectura, Sara.
ResponderEliminarAbrazos de vuelta.