Nos aferramos a los pocos retazos de noche que quedan, como naúfragos sin isla, y mientras recorremos el desierto de nuestras pieles erizadas, nos miramos en silencio, espereando a que un grito callado y efímero nos indique el camino de ida hacia un nuevo delirio.
Nos hemos perdido entre derrotas mal descritas y sextantes mal calibrados. Refunfuñan la mayor, y hasta el trinquete, pero entre el oleaje, cautivo ya de los sueños, en el horizonte vemos un punto, que pudiera ser...tierra firme.
ResponderEliminarSi me permites. Un abrazo.